La Maldición Circense

Era el festejo de fin de curso de mi sobrinita, tiene algo más de un año. El tema del Acto era el circo. El Primer acto fue precisamente el de mi sobrina, pasado el furor de verla bailar y hacer las monerías del caso, tuve o la suerte o la desventura de escuchar a la representante legal del jardín leer un fragmento de la famosa canción infantil «Había una vez un circo» de Gabi, Fofo y Miliki. La cadencia como una tortura lenta, y invariable me hizo figurar una realidad alterna a la del ensueño infantil. La sentencia la culminó esta frase

«Siempre viajar, siempre cambiar. Pasen a ver el circo. Otro país otra ciudad, pasen a ver el circo. Es magistral sensacional, pasen a ver el circo»

Así nació este cuento.

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La Maldición Cirsense

Payaso triste

Esta es mi historia. Olvidada por los narradores de mi época. Tal vez opacada por una historia mucho más grande.

Hace ya mucho tiempo que viajo, viajo sin más descanso que el necesario para añorarlo. La certeza de que el viaje continuará mañana perpetua el sufrimiento incluso en los efimeros intervalos de paz. Es una pesadilla continúa la inexorabilidad del castigo. No importa cuanto me deslumbre el mundo con su belleza, seré solo un espectador, no importa cuánto desea apreciar un lugar, un momento, el viaje continuará al día siguiente. Tendré que abandonar cada lugar que alcance.

Pero mi historia, como la de Sísifo tiene un origen. Aunque el nuestro sea difuso y borroso, puedo rastrearlo al día que llegamos a la morada de Circe. En ese día en que nos maldijo, ahí puede acordarse cierto comienzo.

Nos transformó en cerdos, por nuestro deseo de asentarnos en su morada y comer su comida. Mutamos en animales serviles a sus caprichos. Puso en nuestra contra el mismo deseo que nos motivo a alcanzar su morada. Aunque aún conservabamos nuestros sentimientos, nuestra añoranza de la patria, de nuestras mujeres e hijos. Aun así ella solo nos permitía dos cuestiones, la pereza y la gula. Cuando Odiseo, protegido por Atenea, creyó liberarnos, no hizo más que transformar la maldición. Mientras estuvo con nosotros siguió nuestra suerte. Pero los Dioses lo favorecieron, logró llegar a casa. En cambio nosotros, aun viajamos. Siempre viajar, siempre cambiar. La maldición solo nos devolvió el deseo que albergamos alguna vez, el que nos motivo a salir de Itaca, a viajar a tierras lejanas. Movidos por la codicia y amparados por la ira de vengar una afrenta ajena.

De tiempo en tiempo, encontramos a otros malditos que salieron aquel día de la Isla, nos agrupamos y tratamos de servir a cuanto amo encontremos a cambio de lo necesario para subsistir. Tal vez entreteniéndolos, haciéndoles creer que es sensacional, espectacular, la más disfrutable de las experiencias, la diosa cambie la maldición por creer que en realidad lo Disfrutamos (cualquier otro castigo sería mejor que esto). Pero mis muchos años me demuestran lo contrario, pues como lo afirmaba heraclito, lo unico que no cambia es el cambio.  Y vivimos, o en realidad morimos, en la Carrera eterna donde la meta es llegar al lugar más lejano, ese lugar en el que estoy parado. Esa es nuestra maldición, Mi maldición.

No se cuanto mas me someteré a este calvario. No se cuanto mas las fibras de mi cuerpo toleren cambiar otra vez, muchos han intentado el suicidio, inmolarse, pero son castigados aún más, cambiando de forma como cambiamos aquella vez en la isla. Como animales cumplen el mismo castigo, haciendo creer que es lo más espectacular del mundo la tortura del cambio eterno. Lo único que podemos hacer, para que al menos no aumente el número de malditos, es que la maldición lleve el nombre de su autora: Circo.

Ojala no siguieran aplaudiendo, ojala vieran el dolor detrás de la farsa.

Acerca de Ju

Un día es todos los dias
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